Prólogo escrito por Jerzy Lukaszewski, Rector del Colegio de Europa, para mi libro: «Clubs políticos en Europa»
Constituye para mí una gran satisfacción el haber sido invitado a escribir un breve prólogo al estudio de Manuel B. García Álvarez sobre los clubs políticos en Europa.
En primer lugar, por razones de índole personal, pues fue en el Colegio de Europa, por indicación mía y bajo mi dirección, donde el autor comenzó a investigar el fenómeno «club». Tras haber finalizado sus estudios en Brujas, no abandonó el tema y, continuando en paciente y laboriosa tarea, ha conseguido el presente estudio. Y es que, ¿qué puede agradar más a un profesor que el hecho de haber estimulado un interés duradero en un alumno y poder ver los resultados de este interés tomar una forma tan sustancial como este libro?

Pero él estudio de M. B. García Alvarez me complace igualmente por razones más generales. Se refiere a un problema que, según creo, representa para la ciencia política un importante objeto de análisis, pero que, curiosamente, ha sido un tanto olvidado, constituyendo, en consecuencia, un terreno prácticamente virgen para el estudioso que lo aborde. Por otro lado, saca a la luz el hecho de que el fenómeno «club» desborda las fronteras nacionales y representa una característica de la civilización europea contemporánea. En efecto, cuando, por mi parte, comencé a interesarme por los clubs políticos, pude comprobar en seguida que tenía ante mí un fenómeno europeo. Exactamente en la misma época en que los clubs comenzaban a proliferar y a jugar un papel importante en la vida pública francesa —es decir, hacia la mitad de los años 1950— decenas de clubs políticos se constituían en Polonia y Hungría.
No se trataba, sin embargo, de un caso de imitación. Ocurría que sociedades que pertenecían a la misma civilización reaccionaban de idéntica manera ante situaciones análogas. Así, la hipótesis de que Europa forma tina unidad, a pesar de las barreras políticas e ideológicas erigidas en su interior, se veía confirmada de manera evidente. En Francia, la formación y la actividad de los clubs traducían la búsqueda de soluciones y alternativas en vísperas de un acontecimiento que todo el mundo veía acercarse: el hundimiento del régimen de la IV República, incapaz de hacer frente a los problemas de la época. En Polonia y en Hungría, el extraordinario desarrollo de los clubs ilustraba la incapacidad del sistema totalitario impuesto a estos países por la Unión Soviética para identificar y resolver los verdaderos problemas de la sociedad.
La crisis del régimen, tanto en Francia como en Europa Oriental, significaba en primer lugar la crisis de los partidos que simbolizaban este régimen. Los partidos tradicionales franceses eran impotentes, tanto frente al problema de las guerras coloniales como ante las mutaciones sociales engendradas por la revolución tecnológica y el crecimiento económico. Los partidos comunistas de Europa Oriental —alcanzados por la esclerosis burocrática, dependientes de una potencia extranjera, y basados en la coacción— constituían un verdadero cuerpo extraño en el seno de sociedades que tenían una cultura milenaria y que estaban rebosantes de vitalidad. Aquí y allí, la proliferación de clubs significaba la sustitución de unos partidos contagiados por la senectud y la ineficacia, por nuevas fuerzas políticas…
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