Las dos últimas elecciones generales británicas han puesto, entre otras cosas, de relieve, el renacimiento de los nacionalismos célticos en el Reino Unido. Al nacionalismo irlandés en el nordeste de la «isla de los santos», se unen ahora en la gran isla británica los nacionalismos galés y escocés. El tema es tanto más importante cuanto que no sólo el hombre medio sino también a niveles más elevados, incluso académicos, Tal vez, pues, sea interesante hacer algunas precisiones a propósito de estos fenómenos, tanto desde un punto de vista histórico como de actualidad. Tengo que señalar, sin embargo, que pretendo abordar el tema desde perspectivas fundamentalmente jurídico-públicas, porque la limitación que un artículo impone hace que pueda todo lo más aludir a los interesantísimos aspectos socioeconómicos, etc., que sin duda surgirán en el transcurso de esta exposición y que constituyen materia capaz por si sola de exigir una atención en exclusiva (2). Aun corriendo el peligro de imitar a Perogrullo conviene, para comenzar, recordar que la denominación «Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte» (que es la oficial del Estado a efectos de Derecho Internacional, así como en lo que se refiere a los títulos de los monarcas) es más amplia que la de «Gran Bretaña» (que incluía sólo Inglaterra, Escocia y Gales) y, por supuesto, más amplia que la de «Inglaterra», expresión está última que hace referencia a la realidad más reducida, aunque frecuentemente utilizada erróneamente en lugar de las otras dos. Y es que la posición hegemónica que en el contexto británico ha venido desempeñando Inglaterra explica en parte el predominio de esta voz para referirse a un Estado forjádo a lo largo de muchos siglos de Historia y que contiene dentro de sus fronteras una considerable variedad cultural.
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